viernes, 16 de abril de 2010

15. Una de vaqueros

Hubo una época en la que vivía en una nube. Y no porque estuviera enamorado sino porque literalmente formaba parte de una nube de gas y polvo hace unos 4500 millones de años. Allí estaba yo, flotando en el espacio sin nada mejor que hacer que mirarme la barriga (bueno, más bien los átomos que más adelante formarían mi barriga).

De repente noté que todos los átomos a mi alrededor se comenzaban a mover hacia una misma dirección. Miré hacia allí y ví un montón de átomos juntos flotando. Yo me resistí a irme con los otros átomos pero como eran tantos pues me sentí bastante atraído, la verdad. Así que finalmente me decidí a dejarme arrastrar por la masa e irme con ellos.

Cada vez venían más y más átomos a viajar con nosotros y algunos venían en grupos bastante numerosos. Así que para hacerse sitio en nuestro grupo a veces tenían que entrar dándonos codazos y golpes.

La verdad es que yo ya me estaba hartando de tanta aglomeración y empezaba a calentarme (no sé si porque cada vez estábamos más apretados o porque no soportaba más topetazos con los nuevos que se agregaban al grupo).

No éramos los únicos que habíamos decidido viajar juntos. A nuestro alrededor había otros objetos. La mayoría más pequeños pero de vez en cuando veíamos alguno bastante más grande que el resto.

Y de repente vimos un grupo muy grande que no paraba de agregar más y más objetos. La visión de aquel objeto era tan espectacular que sin darnos cuenta de nada más nos pusimos a girar a su alrededor para ver cómo acababa aquello. Si nosotros estábamos empezando a pasar calor, no quiero imaginar cómo debían estar los átomos del centro de aquella gran bola que estábamos contemplando.

Todo pasó de repente. Más tarde me enteré que todo empezó porque precisamente en el centro del gran objeto unos átomos se hartaron de apretarse y apretarse y al final acabaron golpeándose entre ellos. Como si de una taberna del oeste se tratase empezó una reacción en cadena y todos empezaron a chocar entre ellos y a golpearse.

La pelea empezó de repente.


Los que estaban más afuera vieron la que se estaba formando en el centro del objeto y empezaron a irse hacia afuera. De hecho hasta los que se estaban dirigiendo hacia el objeto al ver el lío que se estaba formando decidieron irse lo más lejos posible del meollo.

Por supuesto los llaneros solitarios que viajaban solos pudieron escapar más rápidamente. Nosotros, al ser ya unos cuantos reunidos no pudimos hacer demasiado para escapar y seguimos dando vueltas al objeto esperando que el lío que se había montado no nos afectara demasiado. Algunos de los que querían huir nos pidieron asilo uniéndose a nosotros.

Como la mayoría de objetos habían huído, cada vez venían menos a juntarse con nosotros. Así que la tensión en nuestro grupo disminuyó y ya no tuvimos tanto calor todos juntos. Poco a poco, los de más afuera se fueron enfriando y formaron un grupo cada vez más sólido. También consiguieron agua en cantidad suficiente para darnos un chapuzón de vez en cuando.

A mi me gustaba mucho bucear en el agua y allí protegidito empecé a coleccionar átomos amigos para formar seres vivos cada vez más evolucionados a ver si finalmente conseguía juntar todos los necesarios para formar el evolucionado ser vivo que se está hasta las tantas de la madrugada escribiendo estas líneas.



En otras palabras: A partir de una nube de gas y polvo y gracias a la atracción gravitatoria se fueron formando objetos más y más pesados. Uno de ellos se hizo muy grande y los átomos de hidrógeno centrales chocaron entre ellos dando lugar a las primeras reacciones de fusión atómica y calentado la bola de gas hasta unas temperaturas tan grandes que empezaron a emitir luz. Así se formó el Sol.


Otros cuerpos menos pesados no tuvieron suficiente masa como para provocar la ignición del hidrógeno y se quedaron orbitando el Sol sin producir luz. Estos son los planetas del sistema Solar, entre ellos la Tierra.

En el momento de la ignición del Sol, los elementos menos pesados se fueron hacia el exterior del Sistema Solar y los cuerpos más pesados se quedaron orbitando cerca del Sol. Por eso en la parte externa encontramos los planetas gaseosos y en la parte interna del Sistema Solar los planetas rocosos.

Bueno, al menos eso es lo que aprendí en el cole. Seguramente toda esta interpretación esté equivocada. Lo digo porque ahora que estamos empezando a encontrar planetas en otras estrellas vemos que hay planetas gaseosos muy cerca de las estrellas, cosa que contradice el modelo del que estábamos hablando. Desde luego, sacar conclusiones a partir de 8 planetas en un sólo sistema planetario fue quizás un poco precipitado, pero hay que tener en cuenta que hasta hace 15 años sólo se conocía nuestro sistema Solar como ejemplo.

1 comentario:

  1. Debería haber una sección de preguntas en este blog.

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