viernes, 26 de febrero de 2010

8. El oro del Sol

- Hola, Robert.
- Hola, Robert. Te he dicho mil veces que no nos llamemos Robert el uno al otro.
Ya sé que tú te llamas Robert Wilhem Bunsen y yo soy Gustav Robert Kirchhoff, pero nos vamos a hacer un lío si nos llamamos Robert el uno al otro. Así que yo llamaré Bunsen y tú me llamas a mí Kirchhoff, ¿vale?
- Sí, ya lo sé, Kirchhoff. Me lo has dicho mil veces. Sólo lo hacía para hacerte rabiar. Oye, por cierto, ¿has visto mi mechero? Siempre lo pierdo.
- Sí, lo he usado yo esta mañana para quemar unas cosas.
- Hablando de quemar... ¿Te has asomado a la ventana hoy?
- No, estaba concentrado acabando nuestro experimento con el espectrógrafo. Estoy quemando elementos y analizando la luz que emiten. Ya casi he terminado.
- Pues hay un gran incendio en la ciudad. Míralo.
-¡Uau! Cuánto humo.
-Sí y las llamas... ¡qué color más raro tienen!
-¡Ostras! Se parecen a... ¡Qué te apuestas que soy capaz de decirte qué es lo que se está quemando.
-¡Venga ya!
-Sí, sí... Precisamente esta mañana he estado quemando sodio y el color de las llamas que ví se parecen mucho a estas. ¿Qué te parece si hacemos pasar la luz de las llamas del incencio por el espectrógrafo y comparamos su espectro con el que obtuve yo esta mañana. Estoy convencido de que tengo razón.


Así me imagino que debió ir más o menos la conversación aquel dia del siglo XIX en el que Kirchhoff y Bunsen descubrieron que se podía saber la composición de las cosas analizando la luz que emitían mediante el espectrógrafo. Efectivamente, lo que aquel dia quemaba era una fábrica de salazones y la sal está compuesta de sodio y cloro. Así que Kirchhoff ganó la apuesta.

Una versión sencilla de un espectrógrafo es simplemente un prisma de vidrio que descompone la luz blanca en los colores de los que está compuesta.

 
La portada del disco ’Dark side of the Moon’ de Pink Floyd muestra cómo un vidrio 
con forma de prisma puede separar la luz blanca en los colores de los que se compone.


Pues bien, el sodio, igual que los otros elementos de la tabla periódica, resulta que cuando quema no emite todos los colores del arco iris sino unos colores nada más. El resto del arco iris se vé oscuro en el espectro. El conjunto de colores que emite cada elemento son como sus huellas dactilares. Cada elemento emite su propia combinación de colores.

El propio Kirchhoff tuvo la idea de llevar su experimento más allá. Si había sido capaz de saber qué estaba quemando en la fábrica de la otra punta de la ciudad, también debía ser capaz de saber de qué está compuesto el Sol analizando su luz, ¿no?

Y efectivamente, Kirchhoff fue el primero en identificar la composición del Sol, que está básicamente compuesto de hidrógeno y helio. Posteriormente el mismo método se aplicó también para saber la composición de las estrellas, aún más lejanas que el Sol, viendo que se componen básicamente de los mismos elementos.

 
Al espectro del Sol le faltan unos colores. Son los que han absorbido los 
gases de su atmósfera (básicamente hidrógeno y helio).

Y además es curioso que estos elementos sean elementos que también se encuentran en la Tierra. Es decir. El cielo no está hecho de materiales extraños que nosotros, los mortales, no podemos entender, sino que las estrellas estan hechas del hidrógeno y el helio con el que juegan los niños con sus globos con forma de Piolín o Rayo McQueen.

Es decir, que nuevamente sin necesidad de movernos de nuestra ciudad podemos
llegar a saber cosas sobre el Universo que quizás nunca lleguemos a ver in situ pero que podemos saber, por ejemplo, que se compone de los mismos elementos que hay quemándose en las fábricas en nuestra ciudad.

Desde nuestro rincón del Universo también es posible saber la temperatura de las estrellas. En el espacio no hay aire. Las estrellas estan “envasadas al vacío" y todo el mundo sabe (bueno, todos excepto George Lucas) que en el vacío no puede haber explosiones ni combustión, porque para ello se necesita oxígeno. Así que las estrellas no brillan porque estén quemando nada, sino simplemente por estar a una temperatura muy alta. Sí, de igual modo que cuando calentamos mucho un metal, éste empieza a ponerse rojo y a brillar más y más cuanta más temperatura alcanza, las estrellas también brillan por el hecho de estar tan calientes (la superfície del Sol, por ejemplo, está a unos 6000 grados de temperatura).


 
La lava que sale de los volcanes está tan caliente que emite luz propia. 
De igual manera, el Sol emite luz.


Y el color también cambia con la temperatura. A medida que un cuerpo se va calentando primero se vuelve rojo, pero con más temperatura va recorriendo todos los colores del arco iris. Se vuelve amarillento, azulado y violeta. Si os fijáis bien, las estrellas del cielo tienen colores ligeramente distintos. Hay algunas más rojizas y otras más azuladas. Sólo con eso ya podéis quedar bien con vuestros amigos y un día que vayáis a ver las estrellas les podéis decir que aquella estrella azul del cielo tiene que estar más caliente que la roja que se vé allí.

El ser humano también brilla por el hecho de estar a 37 grados de temperatura.
Nosotros emitimos luz. Pero como nuestra temperatura es tan pequeña (comparada con la de las estrellas) emitimos luz infrarroja, es decir, calor. Por eso el extraterrestre de ’Predator’ es capaz de encontrarnos en el bosque detrás de las ramas, porque somos bombillas infrarrojas y le estamos marcando el camino.


Pero volvamos a ver cómo le va a la bombilla humana llamada Kirchhoff:

- Buenas.
- Hola, Mr. Kirchhoff. Encantado de verle de nuevo. Entre a mi despacho, entre.
- Yo también me alegro de verle.
- ¿A qué debo su visita?
- Necesitaría extraer unos cuantos marcos de su banco para pagar unos asuntillos.
- Claro, claro. Ahora se lo arreglo. Por cierto, que he leído en la prensa que ha conseguido averiguar de qué está hecho el Sol.
- Pues sí. Se trata de...
- No sé para qué pierde el tiempo con eso... A ver... Imagínese que encuentra oro en el Sol. ¿De qué serviría saberlo si no podemos ir allí y traernoslo a la Tierra.
- Bueno. . .
- Nada, nada. Le digo yo que es una pérdida de tiempo. Así... ¿cuantos marcos terrestres necesita?


¡Vaya! Kirchhoff no supo muy bien qué contestar a eso. Aunque cuenta la leyenda que cuando, un tiempo después, a Kirchhoff le otorgaron una medalla de oro y un saco de monedas en reconocimiento de sus descubrimientos, lo primero que hizo Kirchhoff fue pasárselo al ”simpático” banquero con una nota que decía "Aquí tiene usted el oro del Sol’.

3 comentarios:

  1. Me ha gustado mucho, en la línea de la divulgación interesante y amena de los capítulos anteriores. Felicidades por el blog.

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  2. Tengo entendido que entre los componentes del Sol hay oro en una cantidad del volumen del planetoide Ceres, que por los cálculos daría unas 8.719.001.983.696.464 toneladas de oro (más de 8 mil billones de toneladas)

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