viernes, 29 de enero de 2010

4. El cielo nocturno

Recuerdo la primera vez que ví un cielo negro de verdad (no naranja). Os aseguro que ya no era ningún crío. Me pilló crecidito. Tendría 18 años probablemente y ya había decidido ser astrónomo de todas formas. Así que le puse cierto interés y viajé fuera de la ciudad, lo más aislado posible de las luces para poder mirar arriba sin vendas en los ojos y ver cómo era el Universo. Al bajar del coche no me lo creí. Literalmente. No creí que en el cielo hubiese tantos puntos brillantes. Había incluso zonas en las que el número de puntitos brillantes era tan grande que no se distinguían entre sí y parecían teñir de blanco el cielo. Os prometo que pensé que alguien me estaba tomando el pelo.
Alguien ha tenido que contratar este espectáculo para los paletos de la ciudad que queremos ver las estrellitas (vaya pensamiento más capitalista, ¿no? ¡Todo se puede comprar con dinero!).

Visión del cielo desde un lugar alejado de las luces de la ciudad.

Seguro que estoy dentro de un planetario o algo así, pensé. Esto no puede ser real. Miré en dirección a los coches en que habíamos llegado por si habían penetrado algún recinto, alguna carpa en la que se pudiera proyectar imágenes a modo de preámbulo de lo que nos esperaba. Quizás simplemente aquello de allá arriba era una fotografía proyectada o algo así. Pero no señor. Estaba en medio del campo de fútbol del pueblo, con las luces apagadas. Lo de allá arriba era el cielo que siempre se me había negado pero que siempre estuvo allí. ¡Qué maravilla! ¡Qué sensación tuve en aquel momento!. Y pensar que simplemente eran puntitos de luz en un fondo negro. Había en el grupo un chico que ya había visto el cielo anteriormente y era astrónomo aficionado, de forma que sabía más o menos qué eran cada uno de aquellos puntos.

- Aquella es Sírio, la estrella más brillante del cielo. Aquello es Júpiter, luego veremos sus lunas. Esa constelación es Orión, que representa un guerrero en el cielo.

A mí, sinceramente, si a algo me recordaban aquel grupito de estrellas, era a una cafetera, no a ningún guerrero. Me empecé a perder y corté a aquel chaval.

- Oye, ¿cómo sabes que aquello es Júpiter y no una estrella cualquiera?

- Las estrellas parpadean, los planetas como Júpiter, no.

Supongo que aquel chico pensó que me había solucionado mis dudas, porque se fue con aires de superioridad a montar los telescopios. Pero yo allí me quedé, con cara de tonto y preguntándome mil cosas a la vez. ¿Porque parpadean las estrellas? ¿Y porque los planetas no? ¿Como lo hizo aquel chaval para reconocer la constelación de Orión entre todas las estrellas del cielo? Además, yo ya sabía que las estrellas no estaban fijas en el cielo, sino que se iban moviendo debido a que la Tierra gira. Así que, igual que el Sol, todas las estrellas del cielo salen y se ponen por el horizonte. Eso, sin duda, tenía que hacer difícil el reconocer las estrellas en el cielo.
Luego aprendí que aquello tenía truco. Lo entendí un día, estando en un bar, en uno de esos asientos giratorios. Estaba aburrido, así que empecé a girar y girar. ¡Qué mareo! La gente frente a mí, giraba muy rápido y yo, que ya tenía alguna cerveza de más, me empecé a marear. Así que dejé de impulsarme e instintivamente miré hacia el techo, hacia la bombilla que había justo encima de mí, mientras la silla giraba más y más lento cada vez. Mirar la bombilla me ayudó porque, aunque yo seguía girando y girando, la bombilla no parecía moverse, y eso me permitió recuperar el aliento.
Pues bien, ya he mencionado que la Tierra también gira y por eso las estrellas se mueven. Pero entre todas aquellas estrellas tenía que haber alguna que estuviera justo encima nuestro, quieta, como la bombilla de aquel bar. Y ciertamente, esa estrella existe. La llamamos ’estrella polar’, porque precisamente coincide con el eje de rotación de la Tierra. En el polo Norte, esa estrella se encontraría justo encima nuestro durante toda la noche, y el resto de estrellas parecerían girar a su alrededor. Como no estamos en el polo Norte, si miramos hacia esa estrella, la estrella que parece estar fija en el cielo, estaremos mirando también hacia el Norte.

Las estrellas parecen girar alrededor de la estrella polar si tomamos una fotografía 
durante el suficiente tiempo como para apreciar el movimiento de las estrellas.

Es como una brújula nocturna natural. Y al revés, si miramos hacia el Norte sabemos que en aquella dirección debe estar la estrella polar. El resto de estrellas las podremos encontrar mejor si sabemos donde estan respecto a la estrella polar.
Y aquello es lo que, de hecho, hizo aquel chico para encontrar Orión. (Por supuesto, yo sigo creyendo que si no lo dijo fue para poder impresionarnos con lo mucho que sabía del Universo. Os confieso que conmigo consiguió su objetivo.)

2 comentarios:

  1. Muy buen relato. Me recuerda a mi adolescencia cuando miraba las estrellas en mi pueblo y mis amigos pensaban que era el "empanao" de la ciudad :-)

    Enhorabuena por el blog. Va derechito a mi sección de recomendados.

    Saludos.
    Roberto.

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  2. Comparto estas sensaciones contigo, y es cierto que mucha gente no lo comprende, cuántas veces me he oído decir: "mejor pon los pies en el suelo y deja de mirar tanto el cielo, lo más que ganarás con eso es una tortícolis..."

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